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martes, 3 de abril de 2012

Princesa Superstar (Columnistas)

Por: Sergio Florentin











Princesa Superstar
Esa mueca parecía una sonrisa. Claramente no lo era, y ella tampoco era quien solía ser. Por esos labios habría matado cualquiera, hasta yo que cuando muero ya no es por amor. Todos los pibes del barrio enloquecieron cuando ella irrumpió en escena, la nena dulce pasó a ser una bestia caníbal, que se alimentaba con los corazones rotos que iba dejando a su paso.
En ésa época, había dos formas de destruir el alma de un chico de barrio entregado al amor: La mujer podía no darle bola, lo que provocaba cierta angustia que les hacia replantearse si valí la pena vivir; o había otra peor: Darle bola, para que el tiempo les demostrase que ése amor estaba condenado al fracaso más rotundo, el inevitable.
Bueno, ella era una de las que se decidían por la segunda opción. Y así, una murga a contramano de amantes abandonados rondaban su esquina para verla irse con otro, para auto consolarse unos con otros en eternas borracheras de vino en damajuana, cervezas calientes, porros berretas. Y ese malvivir los eternizaba como perdidos, como escoria, como irrecuperables. Ella había triunfado en su naturaleza.
Pero como nada dura para siempre, y la belleza es sinónimo de juventud casi inexorablemente, ella era hoy esa mueca que me sorprendió ver. Y la sorpresa provenía de la familiaridad de un rostro que me recordaba a quien insistía ser, pero no era. Como cuando soñamos que estamos con alguien pero no es, en un lugar que parece y no es, y ni siquiera nosotros somos nosotros. Así nos cruzamos, yo inmune porque nunca pertenecí al séquito adorador de su belleza. Ella, impávida porque nunca registró mi existencia en aquél entonces, y hoy yo no era ni siquiera un recuerdo en su existencia.
Así la vi, perdida como acostumbraba dejar a los muchachos que engatusaba, con la vida como una mochila pesadísima que ralentizaba sus pasos, con ese grupo de nenes alrededor que le reclamaban una atención que no estaba dispuesta a prestar. Como un detalle anacrónico, su maquillaje ocultaba más sus desesperados intentos por detener el paso del tiempo, que ocultar el mismo. Los ojos buscando algo que sabía no podía encontrar; la mente en una labor casi antropológica buscaba al último ser humano que amó. El corazón, nada: Nunca tuvo.
Ella, la Princesa de mi barrio se creía aún altiva, soberbia, imponente. Pero era su propia caricatura. Y allí, en ése instante, comprendí que venganza no era la palabra que titulaba esa imagen. No: la palabra clave era JUSTICIA.



4 comentarios:

  1. Esa princesa se parece mucho a la de mi barrio, pero mi palabra clave es tristeza... Como siempre Felicitaciones.

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  2. Casualmente hoy es el cumple de alguien muuuy parecido a tu princesa. Pero a diferencia yo fui quien cayo cegada por su brillo, como amiga. Pensar que queria ser como ella. Pensar que crei que tenia corazon. Pensar que la veo y solo veo cenizas en sus ojos. Hace rato perdio el brillo...
    A veces no valoro lo afortunada que soy o fui en mi vida, por haber elegido ser Patito feo :)

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  3. EEEEE LOCO QUE TIENEN CONTRA LAS LINDAS JAJAJAJAJ

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  4. Gracias por los comentarios, no hubo desidia en las respuestas si no qué, "un tornado aRasó a mi ciudad, y a mi jardín primitivo..."
    Bueno, reponiéndonos de las condiciones climáticas, veo que todos conocemos a esas Princesas, y alguno las padeció.Y a Jesica, le digo que no tenemos nada contra las lindas, todo lo contrario.Pero la belleza es quizás el don mas superficial y subjetivo, del que no habría que abusar.Besos y abrazos según corresponda!!!

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