El arte del fútbol, hoy (Columnistas)

Por: Sergio Florentin

El arte del fútbol, hoy.

Cuándo yo era chico, en mi casa me decían que en vez de una cabeza, tenía una pelota de fútbol. Es que no pensaba en otra cosa.
Desde patear lo que se me cruzaba, empezando a la mañana y terminando cuando me iba a dormir, hasta leer revistas y libros sobre el tema tantas veces, que me sé el historial de campeonatos desde el inicio del profesionalismo, en 1931, hasta los ´90s, años en los que se empezaron a jugar los torneos cortos, y mi cabeza comenzó a abrirse para apuntar a otros intereses, mucho más inclusivos y con interacción con el sexo opuesto. Bueno, para ser sincero, lo de los torneos cortos es una excusa…

Resulta que hoy para mí el fútbol es un entretenimiento. El fútbol en general digo, porque el juego como práctica y mi equipo siguen siendo ésa pasión que nos permite por un rato seguir siendo nenes, y como dice el filósofo nocturno, como en el arte, “suspender nuestra incredulidad por un rato”.

Y en ése contexto, aparecen luces que desvelan. Como Messi. Las personas que no comprendan el juego, entiendan que este muchacho hace fácil toda dificultad. Ahí está su gran capacidad. Cruzar el campo con pelota dominada, en posición de “7 para 9”, esquivando rivales y buscando un hueco para sumergirse en el área. Evitar patadas sin que se le note que salta, algo imperdonable en un jugador valiente. Definir con suavidad, o con certeza, pero dejando siempre en evidencia que la pelota va adónde él quiere que vaya. Éstas son algunas de las cosas por las que da placer verlo jugar, cuando el fútbol se hace arte, entretenimiento.
Difícilmente despierte en mi una pasión, nunca va a estar a la altura de ésos héroes mitológicos de mi infancia, que veía domingo a domingo en una cancha. No jugó en el equipo que yo amo. No me hizo feliz una tarde o una noche en la que ganar condicionaba mi relación con familiares y amigos, quizás el único motivo por el cual la camiseta de uno pasa a tener la importancia que le damos socialmente. Y aclaro que me importa tres cuernos si ganó o no algo importante con la camiseta de la selección. El chauvinismo o nacionalismo barato no es algo que me conmueva, y para mí la selección Argentina solo representa al fútbol argentino. Me importa tan poco como el triunfo de un tenista, o las representaciones de hockey, rugby o polo. Solo admiro deportistas por talento, por laburo, nunca por nacionalidad. Me importan por esto Ginóbili, Maravilla Martínez. Y Lio. Pero eso es una anécdota sin importancia.

Para definirlo, mi visión es que es un jugador de Papi – fútbol: Cómo tal, su importancia está cerca del área rival. Le encanta enmarañarse entre piernas rivales, teniendo siempre el control del balón. La gambeta, el freno y la salida rápida por donde menos se lo espera, es el sello de la mayoría de sus intervenciones. ¿Cómo define? Siempre, más allá de la violencia del impacto, lejos del arquero. Sacudirle seco a un palo, empujarla suavemente evitando ése obstáculo. O de emboquillada cuándo el pobre tipo que mandaron al arco para enfrentarlo, da el paso para ir al encuentro del rival y /o el balón. O de anticipo, que puede ser hasta de cabeza. Difícilmente haga un gol de larga distancia, o de tiro libre. Casi no está en su juego un largo cambio de frente, un lanzamiento clásico de “10”. Nunca se va a llevar a los dos centrales puestos por prepotencia. No hace una de más, y extrañamente adorne una jugada con un firulete innecesario. Naturalmente hace dos, tres o cuatro goles por partido porque él se genera un número de jugadas de gol suficientes como para que la facilidad que tiene en el área le permitan que un alto porcentaje terminen en gol. Resumiendo, es tan bueno que humilla a los rivales; a los detractores; a los que se embanderan atrás de una camiseta que no representa a un país; a los que lo comparan con dioses y lo ven perdedor en esa compulsa; a los que le exigen una perfección que ellos no tienen en las actividades que ejercen. A todos ellos quizás los aburra, no los complazca. A nosotros, los que solo nos gusta el fútbol, el fútbol televisado tiene una justificación más allá de camisetas y nombres. Y se llama Messi.