La vida es una moneda (Columnistas)

Por: Sergio Florentin

La vida es una moneda

“…Ojo que hablo de monedas, y no de gruesos billetes…"

Así decía una hermosa canción que un casi niño Fito Páez escribió para que la cantara Juan Carlos Baglietto, apenas llegados los ´80s. Y de ésos tiempos vengo a hablar, en estos días en los que las monedas pierden la atracción, el encanto, y dejan de valer su peso en oro cómo cuándo eran los únicos objetos que nos permitían viajar en los medios de transporte más utilizados como los colectivos. La SUBE lo hizo…

Resulta que en aquellos lejanos tiempos, los nenes le dábamos al dinero el valor que realmente tiene: es el medio para lograr lo que queremos.

La cuestión es que lo que cambiaron no fueron lxs niños, si no sus ambiciones. Mi abuelo me daba un billete de 2 mangos para que vaya al kiosco y le compre sus 43/70, y yo me quedaba con las 20 guitas que me alcanzaban para comprar un chicle, unos caramelos o algún paquete de figuritas. Y existían unos objetos casi mitológicos a éstas alturas, llamadas alcancías en la que depositábamos nuestros sueños de pelotas, camisetas, patinetas, muñecxs, accesorios, etc. Hasta hace unos días, uno prefería darle 2 mangos a un pibe para que se compre lo que quiera, que darle el vuelto en monedas que podía hacer que debamos caminar 20, 30 cuadras ante la ausencia de esos pequeños tesoros, llaves de esas máquinas infernales que las tragaban para escupirnos unos míseros papelitos que nos habilitaban el recorrido.

Me pregunto qué vamos a hacer hoy con tantas monedas que se van a volcar en los comercios, en los bancos. Imagino carteles en los negocios: “Por favor NO pagar con monedas”. Los cajeros automáticos van a ser cómo los tragamonedas de Las Vegas, y al querer retirar nuestra plata, se prenderán luces, refucilará un “Jackpot” y rebalsará una boca llena de monedas de todas las medidas y valores. Nadie en los colectivos se hará el/la boludx al ver una moneda en el piso, mirando de reojo a todo el pasaje para ver si es el único que notó el tesoro, como un pirata que señala en una isla desierta su escondite, su secreto.

Así es amigos, volvieron las monedas como forma de relacionarnos con nuestros hijos, sobrinos, hermanitos. Ya le podemos decir: “Necesito un favor…”, sin que esto nos obligue a contraer una deuda a la que no sabíamos si estábamos capacitados para hacerle frente. Serán arduas las negociaciones, yo aconsejaría empezar con nenes de entre 2 y 3 años, poco acostumbrados al intercambio comercial y que no nos ponen en el riesgo de tener que salir corriendo porque el/la boludito se la tragó. Sale más barato todavía el chocolate por el que llora, que una placa radiográfica.
Empieza una nueva era, qué como toda novedad, no tiene nada de nuevo. Y tenemos una oportunidad para recordar y transmitir que la guita no vale nada, que lo que querés debería ser lo que necesitas. Y que si tu pibes tiene unos humos que ya no podés controlar, aprenda que mamá y papá, o su tio, o su hermano, lo pueden ayudar. Pero lo importante lo van a tener que poner ellos.