ÉL=Rock (Columnistas)

  

 Por: Sergio Florentin

ÉL=Rock

A principios de los 90s, cuando la niñez era un ambiguo recuerdo, me interné en el universo del rock. Siempre fue la música que más me gustó, pero digamos que desconocía por completo de que iba. La escuela secundaria, el estar conectado con gente que venía de otras experiencias, de otros mundos, acentuó ese vínculo. Si bien aquí hubo un resurgimiento como fenómeno popular, y nacían las “bandas de estadio”, mi curiosidad me llevó hacia las raíces. Y lo conocí a ÉL.
Mendigo gitano con la cara surcada por una vida única e irrepetible. Modelo de líder que todas las bandas intentaban replicar, aquí y en todo el mundo desde que surgió prepotente con su música pura, inspirada en el blues y en el rock inicial, iniciático. Reventado, casi siempre al borde del colapso mental, haciendo nada para qué todos lo copien, haciendo todo para que todos lo imiten. ÉL, su guitarra, su cantante, su baterista, uno que lo acompañe con otra guitarra y en el bajo alguien más. Dios de la Decadencia, tan cerca a cualquier mortal por pecador, tan lejos por talentoso, por milagro químico.
El niño que empezó a escuchar blues durante horas, que cuando empezó su adolescencia ésas horas pasaron a ser días, meses. O como me dijo el gran Claudio Gabis:”Años, Sergio. Años…”El que durante ésa etapa se cagó de hambre, se cagó de frío, se cagó de angustia por pelear por la realización de sus sueños. El que había creado los riffs más duraderos de la historia del rock. El que se había paseado por los estilos más diversos, como el rythm and blues, el soul, el pop, el reggae, el country, la música disco, etc. Pero siempre con su guitarra apoyada en el rock. Atrás estaba ya un historial de amores con las mujeres más hermosas de Europa. También su dependencia total de drogas duras, que determinaban cuándo arrancaba un día, pero no podían determinar cuándo “ése” día terminaba. Su generosidad musical, por la que tocaba el bajo en una formación de “rockstars”,; o se dejaba humillar por su Dios Chuck Berry, quién lo ninguneó cuando ÉL, generosamente, regaló su tiempo en organizar un concierto homenaje a su amado ídolo. Sus éxitos incomparables, con giras multitudinarias, estadios con el cartelito de “Localidades agotadas”, sus millones de discos vendidos, su ingreso al “Hall of Fame”, sus innumerables video clips (la nueva forma del mercado en ése entonces), sus intervenciones históricas en conciertos y discos de las más grandes estrellas del “Mundo Rock” y sus planetas cercanos .Bueno, ése tipo, en ése momento preciso, aterrizó en mi país. Y yo no fui a verlo.
El Negro Mariano, que no me deja mentir (lo digo por ésta historia específica. El Negro es mi hermano, y por supuesto que me deja mentir….), recuerda claramente que los síntomas de la estupidez adolescente, la escasez de efectivo en el principio del M#n#mato (1), y porque negarlo, algún resabio de la entrega al onanismo, nos impidió disfrutar de uno de los conciertos más importantes que se brindaron por éstas tierras. Y miren si sería importante, que el mismo artista, sin su banda original, si no con los gloriosos X-Pensives Winos, le tuvo que pedir a Joe Cocker que lo telonée, porque no se creía que un estadio, en ¡Argentina!, se complete para verlo a él. Y el hombre cumplió, dio el show que todos esperábamos, porque no fui tan pelotudo como para no escucharlo en la Rock Pop, 106.3 MHz .Fue la última vez, desde ese lejano 1992, que me perdí un recital que no me podía perder. Y unos años después, el 9 de Febrero de 1995, estuve cuando la puta banda más grande de todo el Universo y sus alrededores, estaba tocando en el país que estaba condenado a los discos y los VHSs, además de al éxito. Cuándo ÉL toco los acordes de “Start Me Up”, comprendí que eso no me iba a cambiar la vida, pero me la iba a mejorar seguro. La banda era The Rolling Stones. Él se llamaba KEITH RICHARDS, y era el puto guitarrista. ES el puto guitarrista. Y es el PUTO AMO.